La IA no matará la creatividad. Nada lo hará
Por qué seguiremos perpetuamente persiguiendo lo que es difícil de lograr
Es difícil presenciar el Big Bang de textos, imágenes, videos y sonidos que las herramientas generativas de Inteligencia Artificial están expulsando en estos momentos frente a nosotros sin sentir que aquí murió la esperanza de volver a crear algo nuevo.
Que si faltaban cosas por crear, acaban de ser generadas en alguna combinación aleatoria de bits. Que en el transcurso de un par de años o meros meses, se habrá generado cada historia, cada canción, cada película, cada ilustración posible.
Creo haberle escuchado a toda persona que conozco que haya apreciado la magnitud de lo que está sucediendo, alguna variación de la frase “cagamos”.
Hay algo en la creatividad (la de veras, no la de los slógans publicitarios) que es siempre una forma de rebelión o contraposición. Creamos algo que no existe, en contraposición a lo que existe o a lo que falta.
Pero ¿qué puede faltar cuando ya literalmente se ha creado todo? Ok, no “todo” todo, ¿pero cuando ya se ha creado demasiado? ¿Cuando crear cualquier cosa, lo que sea, es trivial y aleatorio?
“¡A partir de hoy, la pintura está muerta!” sentenció el pintor Paul Delaroche en 1840, al ver por primera vez un daguerrotipo —una de las primeras formas de fotografía— y su capacidad de capturar la realidad con una precisión y rapidez que nadie podría alcanzar jamás usando pinceles.
Por supuesto, hoy sabemos que lejos de sepultarla, la aparición de la fotografía liberó a la pintura de su responsabilidad documental y desencadenó la aparición del impresionismo y posteriormente del arte abstracto.
No sólo eso: incluso los artistas que se mantuvieron en el fotorrealismo mejoraron su técnica gracias a la fotografía.
Aquello que coopta el arte puede ser a su vez cooptado nuevamente por el arte.
¿Cuál será el equivalente de esta era del impresionismo y el arte abstracto?
Banksy vendiendo sus sténcils (valorizados en 30,000 USD) por 60 dólares en una feria en New York —consiguiendo sólo un par de compradores—, o los quizzes donde nos cuesta diferenciar arte moderno de pinturas infantiles me hace pensar en cómo el contexto, el marco, el envoltorio, determina lo que valoramos como creativo, original, o de valor artístico.
Hacer graffitis con sténcils es fácil y barato (por eso los hay en todas partes). Cuando no sabes que es Banksy quien está detrás de un graffiti, efectivamente pagar 60 dólares por algo que te encuentras en cada esquina te parecerá excesivo.
La diferencia entre 60 y 30,000 dólares no está en la obra en sí misma; está en saber quién la hizo. Lo mismo sucede con las cajas de esponjas Brillo de Andy Warhol (réplicas exactas de las originales).
Hay algo en las cajas de Warhol y en los graffitis de Banksy que los hace valer más. ¿Qué es? Y ¿qué tiene que ver esto con el arte generado por IA?
Rory Sutherland, en su excelente libro Alchemy, habla del concepto de “expensive signaling” (también conocido como Principio del handicap en biología evolutiva) para ilustrar que las señales ostensiblemente costosas son más confiables, porque no cualquiera puede darse el lujo.
Un sapo venenoso puede darse el lujo de ser rojo brillante, altamente vistoso, en lugar de intentar camuflarse (y sus potenciales depredadores lo sospechan y lo evitan). Un gángster se pasea por un barrio peligroso ostentando joyas y el resto del barrio sabe que puede hacerlo porque es él quien manda. Mark Zuckerberg puede entrar a una reunión con inversionistas importantes de Wall Street usando un hoodie y jeans.
Warhol (y no mucha más gente que él) se puede dar el lujo de mostrar cajas de esponjas para lavar platos en un museo en lugar de en un supermercado (o de hacer una exposición artística emulando a uno). Banksy, antes de vender sténcils a 60,000 dólares, logró hazañas tales como pintar un graffiti en el muro de Palestina, arriesgando ser disparado, o introducir un muñeco vestido como un prisionero de Guantánamo Bay en Disneyland.
Hay millones de bateristas que pueden tocar como Ringo Starr. Pero reverenciamos a Ringo porque él lo hizo cuando nadie lo hacía.
Como animales que somos, estamos inevitablemente atraídos hacia aquello que no cualquiera puede (o pudo) hacer.
Lo cual nos trae de vuelta a la IA.
¿Qué es aquello que una inteligencia artificial nunca podrá hacer?
Tal como en el caso de los daguerrotipos y los impresionistas, no tendrá que ver con un tema de capacidades. El impresionismo no es “más fiel” a la realidad que la fotografía. Justamente, el realismo deja de ser el punto.
No tendrá que ver con desarrollar una nueva técnica de ilustración, nunca antes vista, o un inédito estilo de escritura. Si puede ser representada en píxeles o si usa letras, podrá ser emulada rápidamente por una IA.
Las fotos de stock son indudablemente de alta calidad profesional, y sin embargo el valor que les atribuimos es prácticamente nulo. A menos que las volvamos memes.
Lo que vuelve atesorables a los cómics de XKCD definitivamente no es la sofisticación de sus dibujos.
Aquello que convierte un graffiti de 60 dólares en uno de 30,000 no es emulable en píxeles o generable en caracteres.
La búsqueda de lo que no puede ser emulado mecánicamente es, en definitiva, la búsqueda de la creatividad, de lo valioso, de lo escaso, y por ende la búsqueda de lo humano.
Y esa búsqueda, apreciable público, no se detendrá jamás.